Duermo en una cama cansada de
soñar
que asiste incrédula a la noche
encendida,
a la batalla de una marea
amarrada al instante
del primer rayo de luz.
La oscuridad habita en todas esas
horas
en las que mi mano era raiz en tu
pelo enredado,
y despierto, cansado, con el
relámpago
que nacía de tus ojos,
con el sueño que, inevitablemente,
siempre termina en ti.