Y...recordando, me viene a la memoria esta otra canción. Fue de mis favoritas del disco en Directo de Danza Invisible junto a "Sin aliento", "Agua sin sueño", "El pintor y la modelo", "Tiempo de amor"... decían en aquella época (¿89?) que era el mejor directo del momento. La verdad que fue un disco que me enganchó...
Si, estoy pesado, se fue el verano....y, este año, me jode:
Danza Invisible – “El fin del verano”
El fin del verano siempre es triste aunque entre las mantas pueda hablar de amor del cielo beige al cielo gris, oler castañas y entre el humo anhelar el calor
Pero el fin del verano es triste aún cuando sabemos que todo es un ciclo y llegará el día en que sudando desearemos otra vez el frío enero
el fin, el fin del verano es el momento de la lluvia las hojas muertas, el color ocre, la hora del sueño del lagarto.
El fin del verano es triste, querámoslo o no
lejos de los ojos guardaremos la piel
El fin del verano siempre es triste aunque entre las mantas pueda hablar de amor la noche alarga su jornada, y el día, vago y breve, se escapa Abril es el mes más cruel alguien lo dijo antes
Pero el fin del verano siempre es triste y ahora aún soy joven
Se fue sin darme cuenta...y me enteré al escuchar la radio...no quería que se fuera.
Adios al verano...se fue...
Y hoy mientras conducía por la N-330 recordé a Los Elegantes y a JuanMa del Olmo cantado su Adios al Verano. Recuerdo cuándo compré este L.P. Fue en el 93, en la tienda de discos que había enfrente de mi universidad...La gente estaba en la cafetería pasando de las clases...yo me iba a las tiendas de compra venta de discos del centro a buscar lo que me gustaba...
Y está canción me lleva a 'otros tiempos'...
Los Elegantes – “Adios al verano”
Vivo al borde de un volcán a cien años luz de ningún lugar, y los labios quemados por el viento.
No supimos aguantar el continuo cambio de intensidad; las mentiras rompieron nuestro sueño.
Luchando contra mi suerte, los ojos tras el cristal, estoy sentado esperando una señal un gesto, una llamada, que más da.
La-La ...Adiós al verano!
Es difícil encontrar el maldito acorde para empezar si la magia se vuelve desengaño.
Ahora tengo que probar un licor amargo que hará olvidar las promesas que hicimos en verano.
Luchando contra mi suerte, los ojos tras el cristal, estoy sentado esperando una señal un gesto, una llamada, que más da.
Hay sol en cada una de las palabras que, suaves, se despegan de tu lengua para alojarse en la herida de mi costado; hay brumas que se deshacen con el paso entregado a una causa que siempre se dio por perdida.
Y ahí estás tú, desnuda de prejuicios que desaten tormentas,
desprovista del miedo que da la noche en las ciudades sin nombre, firme ante la oscuridad para dar luz a todo aquello que murió con la ráfaga del silencio.
Tú, yo que te di por perdida cuando todo parecía ahogarse en un desierto de voces.
La historia se escribe en sus aguas y la dicta la espuma que rompe las rocas del Paseo Nuevo
imponente capricho a la vista que devora todas las imágenes que encuentra nada más cruzar el río
una bahía, un puerto, un monte, otro monte, una isla,
dos vidas…
hoy parece que vence la luz a la oscuridad de la tormenta y laten todas las callejuelas abriendo pupilas y despertando paladares,
la gente conversa en el 15 del 31 de Agosto, y yo, apoyado en la blanca barandilla, recuerdo a la extraña pareja aquella que se perdía en estas mismas calles (¿qué sería de ellos?, ¿qué fue de mi?)
cinco de Septiembre de dos mil nueve, anochece en el Boulevard mientras observo cómo se peina el viento,
el mismo que acabó por enredar mis recuerdos…
ese día sonaba, sólo para ellos, esta canción en un bareto:
Ismael Serrano - La extraña pareja
Eran conocidos en las calles del barrio, conocidos en todos los bares y tabernas. Él tan alto, tan serio, tan pálido y delgado, ella morena y frágil, tan graciosa y pequeña.
Él rondaba, más o menos, los cincuenta, y ella debía tener no más de veinticuatro. Él daba clases, creo, en alguna academia, y ella estudiaba, creo, un curso de italiano.
Bebían y se amaban, o eso parecía, discutían a veces, a veces sonreían, se besaban y odiaban, pero nadie es perfecto, el amor es difícil y extraño en estos tiempos.
La noche debilita los corazones, noches de funeral, de vino y rosas. Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa. Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.
Él entró una noche en el bar de costumbre, iba vestido todo de riguroso luto, venía borracho y solo, traía el gesto serio, y en las manos una corona de difuntos.
Ella le había dejado, nos explicó sereno, y había decidido considerarla muerta, y brindar por su olvido y su descanso eterno, y celebrar su entierro de taberna en taberna.
Así que allá nos fuimos, y para qué contaros: vasos vinos y risas, alguna vomitona, abrazos de amistad, eterna aquella noche. Requiescat y brindemos por ella y su memoria.
La noche debilita los corazones, noches de funeral, de vino y rosas. Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa. Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.
Al salir de El Almendro ya iba muy borracho, se desplomó en el asfalto y me incliné a su lado. Supe que estaba muriéndose de golpe, dijo algo en mi oído, se deshizo en mis brazos. Se lo llevó la ambulancia con su corona y todo, y yo me fui a cumplir con su encargo maldito.
Llegué hasta el bar que él me había indicado y busqué a la muchacha entre el humo y el ruido. Por fin la vi, bailaba muy despacio, refugiada en el cálido pecho de un muchacho. Le conté, me escuchó, se abrazó a su pareja. Yo no sé si lloró, no se veía apenas.
La noche debilita los corazones, noches de funeral, de vino y rosas. Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa. Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.
Ventana abierta a la madrugada de Madrid al rumor de su respiración, suave brisa gris que envenena la noche,
todo fluye y la gente sueña en esta ciudad,
la existencia se filtra por sus arterias colapsadas de pensamientos e historias, y los semáforos que se abren y cierran a los taxistas y a la urgencia de las sirenas sin mar,
y es justo cuando el camión de la basura carga las bolsas de las decepciones cuando despierto y me acuerdo de las primaveras que quedaron sangrando...