Un 54% de los españoles se declara satisfecho con su
vida
según una encuesta sobre la felicidad de la gente.
A mi nadie me ha preguntado, nadie llamó a mi puerta ni me paró en la calle interrumpiendo mi camino hacia la boca del metro mientras pensaba en ella, en qué estará haciendo o qué falda llevará puesta, si querrá verme esta tarde. Si hubiera sido uno de los tres mil quinientos encuestados probablemente hubiera mentido diciendo que sí, que soy feliz o quizá pudiera haber mentido al encuestador diciéndole que no, que no soy feliz. Y es que la (in)felicidad puede instalarse bajo mi piel con la misma facilidad con que sus brazos se enredaban con los míos cuando el calendario era una sucesión de imágenes amables que nos mantenían expectantes, desnudos y con las ganas intactas.
Los siglos pasan y, aunque cansado, ya no me siento un hombre solo en mitad de un invierno, no tengo que mirar los mapas buscando el punto rojo de “usted está aquí”, he tenido reencuentros y también intensos reencuentros, he resbalado buscando su ombligo y su sueño -y los he encontrado-, he conseguido dominar los relojes y sé cómo parar el tiempo, olvidé el nombre que tenía el quinto mes y el número del teléfono de la señorita rock’n’roll, perdí aquella fotografía de fotomatón en la que hacíamos globos de chicle con los ojos cerrados, he roto cartas y poemas tristes que me hacían reír y he sangrado muchos otros malos de solemnidad, he visto mi ciudad desde el cielo y el cielo desde el balcón de su cama, bebo cerveza -mucha- y gintonics -demasiados- pero nunca solo, no fumo tabaco legal, doy siempre las gracias mirando a los ojos, he visto a los Stones, al Boss, a Knopfler y a Enrique Urquijo, toco la guitarra mal y canto peor pero creo que a ella le gustaría escuchar knockin' on heaven's door, envío un mensaje y por arte de magia -a dos mil kilómetros del mar- ella me contesta haciendo de cualquier lunes un carnaval, me encanta la sílaba de su nombre, su río, la forma en que movía sus manos al hablar...y sigo buscando cómo respirar.
Me acaban de parar en la calle interrumpiendo mi camino
hacia la boca del metro mientras pensaba en ella, en qué estará haciendo o qué
falda llevará puesta, si querrá verme esta tarde. Era para colaborar en una
encuesta en la que preguntaban “¿es usted feliz?”. He mentido al
encuestador... marqué la casilla de “no sabe / no contesta”.
y cuando llegue a la ciudad
ResponderEliminarvoya a comprarte
un ramo de flores
y tú me guiñarás un verso que
me saque los colores
cambiaremos el arreglo
nos debemos un intento..
un placer siempre, respirar contigo..cuánto nos une ya..sin querer..santi
y sin querer....
EliminarGracias por estar
que bueno... estoy acostumbrada a tus poesías y este relato me sorprende y me enamora...
ResponderEliminarHola Antonio!!!!
ResponderEliminarExcelente relato, me ha emocionado mucho...yo creo que si me hubiesen preguntado a mi, les hubiese contestado también no sabe-no contesta, pero no sé si les estaría mintiendo.
Es difícil contestar cuando los momentos de satisfacción personal son reducidos.
Un abrazo!!!
Me encanta cómo describes esos detalles que para muchos pasan desapercibidos.
ResponderEliminarSi el encuestador cambiara las interrogaciones por admiraciones, seguramente el porcentaje de la encuesta hubiera sido otro
y además, depende del día que tenga el encuestado....
EliminarGracias por tus palabras...y por estar....
Eres feliz ? Yo creo que si...
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