Cuando las guerras terminaron
y las ciudades comenzaban su reconstrucción,
tú cumplías los treinta y ocho,
yo desabrochaba los botones de una blusa
y nosotros
soñábamos
con iniciar nuestra propia revolución.
Sólo faltaba otra tormenta
y el rayo que nos diera la vida.
Enrique Urquijo - "No digas que no" |
Me gusta el poema y la idea de acompañarlo con una canción. Eres genial Antonio. Un abrazote.
ResponderEliminarUna revolución que destruye con la misma, o incluso más, fuerza que construye...
ResponderEliminarParece el prólogo perfecto para un libro de relámpagos y biografías que no se entrelazan por causas metafísicas sino por accidentes hermosos y terrenales.
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