Agosto,
Madrid irremediablemente se calcina
y el tráfico cambia la M40
por rompeolas y faros,
por cumbres sin coronar.
La ciudad vive sus horas muertas,
y reincide cada noche
en una historia anónima
de bares y hostal,
de huídas
al amanecer ...
y nosotros transitando
por carreteras secundarias
buscando el azar
de un cruce de caminos,
de la vida en una maleta,
de la fuga a un paraíso donde pecar.
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