Acaba el miércoles y permanecen en mi retina los cambios bruscos de paisaje, el estrépito al atravesar montañas, el tapiz del cielo, la niebla baja, mis bostezos, la cápsula de ibuprofeno, tu nombre.
A mi lado un ipad muestra noticias financieras (el IBEX35 baja -0,85%, Bruselas da el visto bueno a los presupuestos), hojas excel con forma de dragones de dos cabezas y e-mails a clientes impacientes, sus bostezos, la tristeza en las teclas de su Mac. Me pregunto si hoy le esperará un abrazo de bienvenida, si podrá dormir sin soñar en gráficas apiladas y números riéndose y escupiendo fuego.
En frente tres dígitos indican que volamos a ras del suelo y al lado un monitor proyecta imágenes de una película serie B japonesa de ciencia ficción sin volumen.
“Auriculares, ¿desean auriculares?”.
Aparto la mirada y recuerdo la tuya. Eso si es pura ciencia ficción.
Saco el móvil para recordarte en aquella foto bailando en la arena de una playa del sur. Éramos los únicos habitantes del planeta planeando viajar en busca de nuevas playas donde bailar. Aquí, hoy, no hay arena y se te hace tarde, tu jornada y heridas te esperan y caminas con prisa pensando en si la cápsula aterrizó en mi inflamación, si todo esto merece la pena.
El viaje continúa, como continúa la vida, el paso de las estaciones, los viajes espaciales, nuestra colección de fotografías... a una velocidad de vértigo.
A mi izquierda, mi reflejo en el cristal laminado acústico y de espesor asimétrico. La pegatina de Ventana de Socorro, me tranquiliza.
Me salva de las distancias.
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