No quisiera hablar de ti en este poema,
ni de mi,
tampoco de aquellas tardes
en que dos coches se perseguían,
ni de aquellas noches
ideadas para no dormir y gritar.
Y gritan los gatos
en un descampado
-sin miradas ni dios-
donde la gente aparca cada día,
entre barro,
la incredulidad
de quien no sabe amar,
son fachadas,
besos que saben a todo
y no quieren saber de nada,
polvos en cualquier esquina,
promesas mirando al cielo,
huídas sin mirar atrás,
corazones
sin consuelo
naufragando en este bar,
silencios…
y yo firmo
el decepcionante final
de este poema
que habla de aquellos
que no supimos amar.
He venido de libertad 8 y he preferido dejarte un comentario aquí.
ResponderEliminarMe ha encantado el poema, la forma, su letra, el contenido y aparte me siento como en casa escuchando a Extremoduro jajaja ya ves.
Sigue escribiendo así.
Un saludo.