No fue lo mejor dejarte ir.
Sin duda, no fue lo mejor.
Tampoco lo fue
volverte a ver entre la multitud
con la distancia insalvable
que proporcionan las baldosas
de un acera infinita
que no se acostumbra a viajar sin ti.
Sigue siendo esta ciudad un campo en silencio
tras una batalla sin fecha ni nombre,
sin más sangre derramada
que la de una fotografía rasgada en dos:
será por eso que yo tampoco
me acostumbro a viajar sin ti,
y al llegar a cada hotel
dejo la maleta vacía bajo la cama
y sobre ella el cansancio de mi ropa
ocupando el hueco que dejó
el trozo izquierdo de una fotografía.
Como pude saltarme esta maravilla en mi anterior visita? Tienen un sabor especial tus versos, a copa en un bar de madrugada.
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