II
Acababa el invierno, la piel seguía escarchada,
el rostro amoratado y las manos vacías de historia.
El río serpenteaba envenenando mi sangre,
las viñas presagiaban otra dulce borrachera, otra más.
Las carreteras secundarias me hacían volar
mientras una vieja cassette escupía Savin' it up,
for Friday night with the Sultans
we're the Sultans of Swing
Me esperabas en el bar de siempre,
ese de las mesas de madera con corazones e iniciales
tallados con la prisa de quien ama al galope,
de las confidencias y medias verdades en cada unade las sillas,
de las decepciones vomitadas en el baño común,
el bar de los tacos sin cebolla ni lágrimas.
Siempre que entraba estabas en la misma mesa,
junto al póster de Pulp Fiction, esperándome,
taladrándome el alma, sacándome los ojos,
disparándome a bocajarro tu gesto encendido.
En la esquina siempre alguien echaba una moneda
en la Juke Box y aquella era nuestra banda sonora,
Gabinete, El Último, Héroes, Los Hermanos Urquijo,
El Flaco de Úbeda, Rosendo, Tio Knopfler, AC/DC,
Freddy, Chuck Berry, Antonio Vega, definitivamente
canciones que consiguen que te vuelva a amar
y ahí estaban escritas cada una de las tardes de pellas,
cada noche destilando tequila y saliva, cada huída,
cada polvo en un portal. Y, también, una despedida.
Aquella tarde no acompañabas a Uma Thurman
fumando un cigarro, y al entrar sonó disparo a bocajarro
tan Vincen Vega, como inesperado.
La jodida Juke Box pinchaba a Jose Alfredo Jiménez
y el que era nuestro templo se convirtió
en una cantina de Guanajuato, un confesionario que entonaba
Ojalá que te vaya bonito / ojalá que se acaben tus penas /
que te digan que yo ya no existo / Que conozcas personas mas buenas..
Un naufragio sin llegar a intuir la vía de agua.
Otra isla desierta.