viernes, 9 de marzo de 2018

Naufragio III


III
Vencimos al invierno
y nos llovimos hasta inundarnos
en una mala Primavera.
Habíamos saltado mil hogueras,
quemado todas las mentiras y puñales,
habíamos jurado sin cruzar los dedos,
bailado sin pisarnos los pies,
(a veces trazamos  rutas al azar
e incluso saltamos al vacío sin red)
Recuerdo aquel verano en el Puerto Viejo.
Embarcaciones amarradas tras el temporal,
las gaviotas borrachas,  todas las estrellas
caían en la arena como kamikazes enamorados,
la música de Platero nos hacía respirar a bocanadas,
y las olas rompían muy cerca tratando de llevarse
mar adentro a cualquier muchacha de piernas
infinitas, a cualquier canción que se cante
con cervezas y calimocho recordando a
esos ojos que al mirar casi hacen daño.
Esa noche de Junio las luciérnagas en frascos
iluminaban el escenario y las algas en los corazones
enredaban a una juventud efervescente e insurrecta,
y yo, buscando a ciegas en cada caseta tu lengua,
en cada canción tu nombre, en cada cerveza tu revolución,
en cada góndola de la vieja noria nuestras ganas de vivir.
A lo lejos, en la bahía amarillenta,
la bocina de un barco vomitaba despedidas.
Era un carguero con una bandera desconocida para mi,
tu pañuelo y tu cabello al viento, se mezclaba
con el humo espeso y negro de dos chimeneas.
Tu recuerdo, isla desierta que me llamaba a naufragar.

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