III
Vencimos al invierno
y nos llovimos hasta
inundarnos
en una mala Primavera.
Habíamos saltado mil hogueras,
quemado todas las mentiras y
puñales,
habíamos jurado sin cruzar los
dedos,
bailado sin pisarnos los
pies,
(a veces trazamos rutas al azar
e incluso saltamos al vacío
sin red)
Recuerdo aquel verano en el
Puerto Viejo.
Embarcaciones amarradas tras
el temporal,
las gaviotas borrachas, todas las estrellas
caían en la arena como kamikazes enamorados,
la música de Platero nos hacía respirar a bocanadas,
y las olas rompían muy cerca
tratando de llevarse
mar adentro a cualquier
muchacha de piernas
infinitas, a cualquier canción
que se cante
con cervezas y calimocho recordando
a
esos ojos que al mirar casi hacen daño.
Esa noche de Junio las luciérnagas
en frascos
iluminaban el escenario y las
algas en los corazones
enredaban a una juventud
efervescente e insurrecta,
y yo, buscando a ciegas en
cada caseta tu lengua,
en cada canción tu nombre, en
cada cerveza tu revolución,
en cada góndola de la vieja
noria nuestras ganas de vivir.
A lo lejos, en la bahía
amarillenta,
la bocina de un barco
vomitaba despedidas.
Era un carguero con una
bandera desconocida para mi,
tu pañuelo y tu cabello al
viento, se mezclaba
con el humo espeso y negro de
dos chimeneas.
Tu recuerdo, isla desierta que
me llamaba a naufragar.
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