Se vuelven invisibles
todas las líneas
que dibujaste en mi espalda.
Se disipan. Se disuelven.
No están.
Se desatan las tormentas
en cada espacio
que dejamos sin llenar.
Aún permanecen vacíos,
congelados de frío.
Indivisibles eran los sentidos
hasta que, en un descuído,
se partieron por la mitad.
Ahora andan perdidos,
buscando abrigo
en los vértices de la linealidad.
Se desvanecen. Se difuminan.
No están.
Desapacibles, desde entonces,
las mañanas al despertar.
todas las líneas
que dibujaste en mi espalda.
Se disipan. Se disuelven.
No están.
Se desatan las tormentas
en cada espacio
que dejamos sin llenar.
Aún permanecen vacíos,
congelados de frío.
Indivisibles eran los sentidos
hasta que, en un descuído,
se partieron por la mitad.
Ahora andan perdidos,
buscando abrigo
en los vértices de la linealidad.
Se desvanecen. Se difuminan.
No están.
Desapacibles, desde entonces,
las mañanas al despertar.
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