Después de regresar a mi ciudad
siento lo extraño de los días que desfilan
como procesiones en silencio
sin más sobresalto que la rutina
del rumor de las carreteras.
Soy más extranjero en mi propia ciudad
que cuando cruzaba el Puente Gálata
fotografiando el eco de la oración
que descalza el paso de los siglos.
Entre azules y enfilados, los pescadores
mostraban sonrisas desconocidas
en el occidente de mi memoria
hasta llegar a lo alto de la Torre.
Hoy he vuelto,
y aquí, bajo este alquitrán sin historia,
no hay un mar que una continentes,
no hay dioses a los que rezar
y la media luna se deshace
bajo la cruz de esta piel…
Aquí soy uno más,
y no eché de menos tu mirada
al regresar a mi ciudad.
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