El día era
un ingenio
de
engranajes y carne,
de sudor y
hojas secas de calendario,
yo escondía tu ropa mientras te bañabas
con tus
peces Guppis y Bettas,
en un jacuzzi con espuma, algas azules y galeones,
en un
descuido sobrevolaba el pasillo
intentando
meterte la mano
bajo el
vuelo de tu falda,
los
planetas se alineaban
en estanterías de Ikea sin montar,
un
eclipse encendía nuestro quinqué de petróleo.
Tú me decías
que bajo la alfombra
se escondían
nuestros monstruos,
que en cada cajón existen aún mundos por explorar,
que la
cafetera se reía de mi cada mañana,
mientras,
follábamos y bailábamos
con nuestro abecedario salvaje...
Eran días
de olor a incienso y a casi otoño,
a viajes y
mercados de especias.
A océanos y ballenas.
A
Hyderabad.
A tercios
de Mahou.
Incluso a
Central Park.
Olor a
huídas...
Y así
pasaban los siglos,
y las
noches,
y todos los
relojes
en nuestro
universo
de sueños y señales,
imaginando cómo hacer de esta estancia
un hogar...
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