Una pareja entra,
se sientan en los taburetes de la barra
-parecen reservados para ellos-
y piden su café
y sus tostadas
y su roce de manos
como cada mañana a la misma hora.
Conversan, muy cerca,
-hoy más cerca que nunca-
susurrando, ralentizando
los relojes,
los relojes,
ajenos al estrépito que les rodea.
Pienso que hablan del trabajo,
de viajes espaciales,
de lo corta que se hizo la noche
e incluso de sus hijos.
de lo corta que se hizo la noche
e incluso de sus hijos.
Mientras desayuno
-entre sorbo y sorbo de mi café-
envío algún whatsapp,
repaso alguna noticia en twitter,
(en la radio suena
a un minuto de ti)
y al levantar la mirada,
solo está él,
y dos cafés
y dos tostadas
frías
frías
y derrotadas.
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