Llevo en el sofá
toda la tarde
acariciando con la yema de mis dedos
la pantalla del teléfono móvil.
Quien me vea
diría entre extrañado y molesto:
- ¿No tienes nada mejor que hacer?
y yo, sonreiría.
No saben que acaricio
sus labios, su melena,
su espalda y cuento sus lunares...
Lector, no, no estoy loco.
Vivo en el mundo real.
Vivo en el mundo real.
En un rato
-cuando cese esta tormenta-
los dos
los dos
saldremos a incendiar
a base de caricias y cervezas
cualquier terracita de verano del barrio.
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