He dormido en cien hoteles,
he incendiado la madrugada
de sus alfombras y pasillos
y vomité mis decepciones
en la barra de sus bares
cien caras distintas me desearon
una feliz estancia, un buenos días
un señor qué tal está,
y cien manos arrastraron mis maletas
repletas de sueños imposibles
y alguna camisa sin planchar
más de cien nombres grabados
en una chapa en la solapa
ninguno sabía
absolutamente nada de mi
aunque todos me sonreían
y cuánto cuesta
una sonrisa tuya,
tú que sabes todo de mi
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