La carretera aproxima nuestros dos mundos
uno tan urbano, tan indiferente
a las raices de un pasado que aún tiembla
y otro donde parece haberse parado el tiempo,
ese tiempo que un día fue tan nuestro,
aldeas frente a cristaleras donde parece
reflejarse el bostezo del alma,
tierra y arcilla, pedregales, ramas secas,
orillas de ladrillo sin cauce ni bocas de peces,
dos mundos donde todavía serpentea
el cañón escarpado de dos vidas
que parecían desembocar sin remedio
a un océano sin islas cansado de mareas
a ciento veinte se aproxima
todo nuestro tiempo,
ese tiempo que un día fue tan nuestro…
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