El azar es lo que tiene,
entre cientos de bares
-en uno de ellos
y no en otro-
dos miradas se cruzan,
se emborracharán de seducción
y desde ese instante
-como milagro-
compartirán para siempre
resacas
y amaneceres.
O quizá entre cientos de bares
-en uno de ellos
y no en otro-
súbitamente termina el sábado...
y el camarero
se niega a servirte
el último trago.
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