No sobrevivo a las tardes
de disfraces y verbenas,
no quiero luces ni guirnaldas
ni el sonido de organillo
que taladra las esperas.
de disfraces y verbenas,
no quiero luces ni guirnaldas
ni el sonido de organillo
que taladra las esperas.
No quiero bailes con orquesta
que se mezclan con megafonías
de escopetas sin punto de mira
y besos de manzana y azucarillo.
Mi cabeza se tambalea con las risas
de los chascarrillos de la mesa
del aquel bar improvisado en
La Paloma esquina con Calatrava.
Me repugnan los arrumacos
de aquel par de enamorados
que comparten algodón y palomitas
mientras sacan su boleto
para los coches de choque…
y no es que me importe, pero
¿mañana quién dará boleto a quien?
Y la fiesta que venga será sin orquesta
bailando sin que nadie me pise los pies.
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