Creo en la magia de las tardes
que llegan sin avisar,
en las predicciones anunciadas
desde el norte, en el gesto de unas manos.
Creo en los encuentros
en esta ciudad enferma de agostos,
doblar una esquina, descubrir
que merece la pena caminar
por calles desiertas
sin miedo a una soledad sin nombre.
Son las casualidades ráfagas
en el pecho, una casa encendida
esperando la noche, el temblor
de una conversación
que se desliza por la espalda
cerrando los ojos,
creo en las casualidades…
Ayer te ví tal y como te había leído,
no hubo posos de café,
no hubo cruce de piernas
ni cartas en la mesa,
sólo tú y el gesto inexplicable de tus manos.
Me gustan las casualidades... ¿qué tal esa espalda? Se acumulan las cañas pendientes, ya deben ser cien mil.
ResponderEliminarBesos.
vaya...interesante....hay tardes que surgen de la nada...en mi opinión ésas son las mejores.
ResponderEliminarMayte
ResponderEliminaresas casualidades hacen que vivamos!!
la espalda va mejorando, con rehabilitación y mimos, ah y mucha cerveza...
si, joder, a ver si te veo y caen la mitad de las cañas pendientes!
un besazo
a anónimo...
ResponderEliminarsi, esas tardes -las que no se esperan, las que no se programan, las que una hora pasa como si fueran cinco minutos- son las que marcan, las que dejan huella que mejor no borrar nunca...cuando se recuerdan te traen una sonrisa...
Esta me gusta especialmente. La leí tres veces y volveré a leerla. Un abrazo.
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