Creímos que nada nos haría cambiar,
ni siquiera la apatía de un otoño sin luz
o el cruce de vías en estaciones sin nombre.
Pero nada cambió tanto como esta mirada
que envejece como amarillean las fotografías
que nunca se hicieron.
Y cada mañana me espera el espejo
para dictar sentencia, mientras escribo
con la tinta del recuerdo de tus ojos
‘que nunca se manche tu mirada’
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