Se deshace la vida que un día
me hizo gigante en sus avenidas.
Se deshace el asfalto
y las barras de las tabernas que frecuentamos.
Los discos en verde nunca se cerraban a nuestro paso.
Decido
dejar esta ciudad sin preguntar más por ti.
Ahora circulo por carreteras secundarias
que se dirigen a tientas
hasta el mar que nos esperaba.
El malecón era nuestro,
y el rompeolas
y las gaviotas
que dejan su huella en la arena.
Desde ayer
el cartel de cerrado cuelga en la entrada
del hotel con vistas al acantilado.
La cama no se llegó a deshacer.
Compro una postal que no mandaré
y la guardo en la guantera
junto al tabaco y papel en blanco
para escribir canciones.
De vuelta a Madrid, me siento pequeño
y un extraño a la vez. Yo ya no soy yo
y me robaron la maleta
donde llevaba mi álbum de fotografías
y un trocito de ti.
No quiero preguntar al agente
dónde te puedo encontrar, prefiero
la casualidad, doblar una esquina
y tropezarme con tu caída de ojos.
Mejor así. Pero la ciudad es enorme sin ti.
El semáforo está en rojo
mientras se deshace la vida,
y septiembre
y todos los meses
que quedaron atrás…
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