Levantan acta de defunción
para este corazón lleno de arena.
Su deterioro no lo hace apto
para su consumo tras otro guiño de ojo.
Se precinta la torpeza de su latido
impidiendo cualquier reanimación
si huele su perfume en un ascensor.
Y yo insisto con el masaje cardiaco
aprendido en un curso de primeros auxilios,
pero mis manos son un pájaro
con alas mojadas.
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